Dos tazas, dos poemas.

I

Comencé a coleccionar tazas. No recuerdo desde cuándo, están ahí, perfiladas en la alacena.

Escuchan mis llantos con sus orejas,

también mis risas.

En ellas guardo el vacío

el último café en tu cocina. Aún guardo la taza dorada que usabas:

tengo miedo de tomar de ella

porque el café sabría a tus labios

el té a tus sonrisas

y el vino para aquellas reuniones

a tus abrazos.

He pensado romperlas

quitarle las orejas

para que no escuchen

para que no cuenten

las veces que te hablo en sueños.

Las he escondido,

pero siempre aparecen

por una esquina

por un hueco

entre los platos.

Ojalá, algún día

pueda tomar

aunque sea agua

sin el sabor de tu vacío.

II

Busco el limón,

Hiervo el jengibre,

La taza espera.

Vierto todo,

gotas de miel.

Manzanilla por tres minutos;

yo espero 6.

Me doy el primer sorbo.

385 días

Yo y nuestro té.

Todo como costumbre,

pero sin ti.