Es mi amiga, pero fue mi maestra
- Xavier Ortiz
- Jun 19, 2024
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Updated: Jun 19, 2024
La memoria tiene una licencia poética para transportarnos a lugares y recordar a personas a través de los sentidos. Estamos conscientes de este hecho por lo que vemos, pero ¿en quién piensas cuando tomas café? ¿Qué canción te hace llamar a ese amigo? ¿Quién visita tu mente cuando hueles a canela?
A veces olvidamos que también hay olores, sabores y sonidos que detienen nuestros pensamientos automáticos para dibujar en nuestra mente a una persona. Yo recuerdo a María Magdalena Cartagena Ortiz cuando leo o escucho poemas de Julia de Burgos, pero tengo presente que aunque muchas personas la conozcan, nuestros referentes no serán los mismos. Por eso, insistí en preguntar.
Xavier Ortiz-Torres: ¿Hay un olor, algo que veas o comas que te recuerda a Cartagena?
Joel Concepción [36 años]: El budín… el que ella hace es riquísimo, es el mejor.
Brenda Cartagena [49 años]: El perfume que ha usado por años, el Mademoiselle de Coco Chanel. También el arroz con gandules, las albóndigas en salsa y el pollo guisado; inigualables. El budín y el arroz con dulce; insuperables. Ella cocina como los dioses.
José Carlos Sánchez Cintrón [27 años]: Yo como cucas y recuerdo a Cartagena.
Tharma Rivera [30 años]: Unos libros de Francisco Matos Paoli que me dieron cuando estaba haciendo las oratorias. Nunca los he votado porque me recuerdan a ese proceso… Magdalena fue quien me incluyó en ese mundo y fue un momento muy bonito para mí. Cada vez que voy a una librería y veo algo de Francisco Matos Paoli, yo pienso en Cartagena. Ese autor me lleva a ella…
A veces la memoria falla. Por ejemplo, hoy de camino a su casa, no recordaba con exactitud la primera vez que fui. Recordamos las primeras veces de otros eventos importantes, pero la primera visita de una casa, muchas veces no. Posiblemente se nos olvida que de alguna manera, nuestros hogares se convierten en un espejo de nuestra identidad, un reflejo de lo que somos o de lo que queremos ser. En la búsqueda de esa primera vez, revivo otros momentos en su casa. Ninguno está en orden cronológico, pero ahí están. Recuerdo una vez que nos reunimos para ensayar canciones y el libreto de la ceremonia de graduación de noveno grado. Recuerdo una tarde gris que llegué a los rosarios por la muerte de su padre. Recuerdo un sábado de gloria que llegué para irnos juntos a la misa. Hoy también es sábado de gloria, pero hace mucho que no piso una iglesia. Me recibe con un abrazo y me dice:“Dios te bendiga”.
Cartagena, como siempre la he llamado, vive en el sector La Torre del barrio Cañabón en Barranquitas; cerca de un colmado y un centro comunal. Frente al balcón de su casa, hay una casa pequeña de madera.
Xavier Ortiz-Torres: ¿Y esa casita?
Cartagena: Mi papá nació ahí. No en esa misma casa, pero en el lugar. Cuando yo ya estaba grande, mi papá construye esta casita para que mi mamá, que era costurera, tuviese su taller aquí. Ahora mismo está vacía… el piso está malito, pero esa casa sobrevivió al huracán María.
En la sala de su casa, hay varias mesas llenas de figuras de los tres reyes magos que colecciona su mamá, María Magdalena Ortiz Zayas. Después de tres sofás, hay una mesa de seis sillas cerca de una pared donde cuelga un cuadro con fotos de toda su familia cercana. Allí están sus hermanos, Víctor Antonio, Edgardo y Brenda Lee. También están sus sobrinos, Víctor Antonio, Edgardo Gabriel, Víctor Javier y María Alejandra. Alrededor de las fotos hay unas décimas que ella escribió para el cumpleaños número 75 de su papá, Víctor Antonio Cartagena Burgos. Cartagena es la mayor de sus hermanos. Al fondo, la cocina adornada con vacas de cerámica. La curiosidad ganó.
Cartagena: (Se ríe) Cuando a mi hermano Papo (Víctor Antonio), le dieron su primer cheque, el quería darle un obsequio a mami y le trajo esa vaca. Ese día era un miércoles de ceniza y mami le puso cenicita. Después de ahí, mami siguió comprando vacas y cada vez que veíamos una, se la traíamos.

Pero claro, esa fascinación con los animales en la familia Cartagena Ortiz no vino solamente por ese regalo. Según recuerda Cartagena, su infancia y la de sus hermanos fue trabajando en la tierra con las vacas, gallinas, conejos, cerdos, gatos y otros animales que su papá criaba.
Su mamá de 82 años me observa seriamente desde el fondo de la cocina, posiblemente tratando de identificar quién soy.
—Xavier Ortiz-Torres: ¿Cómo estás?
Le digo.
—Leny: Pues, ahí estamos.
Se notaba cansada. No abundé mucho.
—Cartagena: ¿Dónde trabajamos?
—Xavier Ortiz-Torres: Pensé en un lugar fresquito. ¿Quizás en el balcón?
—Cartagena: Mejor en el cuarto que tengo aire.
La seguí y ahí estábamos en su cuarto. Me señaló una silla y buscó su computadora. Ya ubicado frente a un mueble con el escritorio integrado, es momento de trabajar, pero es imposible no observar los cuadros, las placas, los objetos a mi alrededor. De primera instancia, observo una placa circular que dice:
“Gracias por darnos las herramientas para labrar
nuestro futuro y poder lograr nuestras metas
23 de mayo de 2011
Clase Naionexis
Ramón T. Rivera Barranquitas”
Además, un trofeo de segundo lugar del Certamen Nacional de Géneros Literarios de la Fiesta de la Lengua del Programa de Español del Departamento de Educación y varias campanas. Reafirmo que las casas y cuartos pueden ser una extensión, un reflejo de nuestros sueños, de lo que somos.
En el salón de clases
Xavier Ortiz-Torres: ¿Cómo conociste a Cartagena?
Tharma Rivera: Mi hermana estaba cogiendo clases con ella primero y me contaba sus anécdotas. Me contaba cómo era ella y ya quería estudiar con ella, pero personalmente yo la conocí cuando cogí español, creo que en octavo grado.
José Carlos Sánchez Cintrón: La conocí en séptimo grado cuando fue mi maestra de español y desde que entré a ese salón de clases, ella siempre vio en mí un potencial para participar en competencias de la lengua (Fiesta de la Lengua)... Lo que le hacía especial era, que no solo nos ayudaba en el salón de clases, sino que nos hacía parte de su familia y nos trataba como si fuera una madre. Cosas tan simples como tenernos comida en su salón, algo que no hacían otros maestros, solo lo hacía ella y ya. Uno iba cogiéndole cariño y la clase dejaba de ser una clase y se convertía simplemente en una conversación con una persona, que tú sabías que te quería, y que tú querías mucho como un amigo, como un familiar.
Para el 1988, Cartagena comenzó a estudiar Español en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras. Se hospedaba en la residencia de señoritas, lo que hoy día conocemos como la antigua residencia de estudiantes (Resicampus). Digo antigua, porque hospedarse en ese lugar actualmente es un pasado aparentemente inalcanzable al igual que Torre Norte. Allí estuvo hasta 1990 cuando se vio obligada a irse.
Xavier Ortiz-Torres: ¿Por qué tuviste que irte de Río Piedras?
Cartagena: Más o menos en los 90, no estábamos muy seguras en la residencia porque en los cuartos de las estudiantes, hombres estaban entrando por los balcones . Por eso, al poco tiempo yo y muchas de mis amigas nos trasladamos”. 1
Ya en Barranquitas, comienza a estudiar en la Universidad Interamericana un bachillerato en Administración de Empresas con concentración en contabilidad.
Xavier Ortiz-Torres: ¿Cómo llegaste a ser maestra si estudiaste Administración de Empresas?
Cartagena: Al terminar el bachillerato me ofrecieron trabajo para llevar la contabilidad en la escuela de Palo Hincado. Estando allí, surge una plaza de maestra de matemáticas y de ahí en adelante lo demás es historia. Me enamoré de la escuela y comencé por las noches a completar mi Certificado de Educación Secundaria en Matemáticas. Ya trabajando en la escuela de Lajitas, surge la oportunidad de completar otro Certificado en Educación Secundaria, esta vez, en el área de español. De igual forma, estudié mi grado de Maestría en Currículo y Enseñanza del Español y mi último Certificado fue como Facilitadora Docente.
Allí en Lajitas, la Escuela Segunda Unidad Ramón T. Rivera, la conocí yo junto a otros estudiantes y otros maestros.
Xavier Ortiz-Torres: ¿Cómo es Cartagena de maestra?
José Carlos Sanchez: Ella se paraba frente a todo el grupo, abría el libro y comenzaba dando el ejemplo leyendo, tal vez un extracto del texto, con esa voz peculiar que ella tiene; gruesa, pero fuerte que te entra por un oído y se queda adentro. Después de eso, nos permitía a cada uno de nosotros leer un pedazo de ese libro y en el ejercicio de uno querer leer como ella, la lectura se hacía entretenida y uno no leía por leer, sino que las interpretaciones que cada uno le dábamos en el salón, con los tonos de voces que ella nos obligaba o nos incitaba a hacer, pues hacían que uno comprendiera el texto que estaba leyendo… esa forma peculiar de leer, me ayudó también a querer un poco, a valorar, la lectura porque era algo que yo no tenía muy inculcado en sí. Incluso, ahora cuando leo en voz baja, el acento que yo le doy y el tono a mi lectura mental, es el mismo tono que Cartagena le daba cuando nos leía frente a todos en el salón de clases.
Edgardo Gabriel Cartagena [22 años]: Le apasiona mucho enseñar. Le gusta que las personas aprendan y le gusta que sus estudiantes salgan preparados y adquieran los conocimientos necesarios para enfrentar el mundo laboral.
Carlos Pagán [57 años] (Maestro): A los estudiantes les saca lo máximo y le da mucho amor. Les exige como maestra, pero con amor. Le exige, le enseña en oratoria, en trova, en competencias de deletreo en todo eso. María siempre se ha destacado con sus estudiantes.
Miriam Aponte (Maestra): El cariño que ella tenía para los estudiantes, para sus compañeros, el trato especial que tenía para con todos, los detalles aún para conmigo. Lo detallista que era en celebrar los cumpleaños, las ocasiones especiales...
Cartagena también fue una de las maestras encargadas de mi clase graduanda. Seguramente ella pensaba que mi clase sería otra más que vería triunfar desde lejos. No obstante, en marzo de 2012, recibió la noticia que había quedado excedente. Me explicó que “cuando no hay matrícula en una escuela, a los maestros y maestras permanentes los cambian. Eso es así en todas. Si la matrícula baja, tienes que mover los recursos a lugares donde haga falta”. Por tanto, tenía que mudarse a otra escuela luego de 12 años de servicio. En aquel momento, yo la ayudé a mudar sus cosas de su salón y la vi llorar. En esa escuela hizo grandes amigas y creó memorias bonitas. Su salón, de estar lleno de adornos y de libros, se volvía un espacio sin personalidad: solo pupitres y una pizarra.
Como su preparación es en el nivel secundario (7mo a 12mo), pasó a dar clases a la escuela superior Luis Muñoz Marín (LMM). Para tratar de aliviarla, muchos le decíamos “te graduaste con nosotros”. Ya en la LMM, no tardó mucho en ser una de las maestras favoritas de los estudiantes.
Carlos Pagán: Ya yo llevaba varios años en la LMM cuando María llega… la escuela de nosotros salió ganando porque llegó uno de los mejores recursos en español a nivel de todo Barranquitas. María con su dedicación, con esmero se ganó los estudiantes, se ganó la facultad.
Una mujer de fe
En una de sus paredes hay un cuadro particular hecho por Carlos Adrían Colón Fuentes (artista orocoveño, amigo de su hermana Brenda). Es un dibujo de una mano tocando la tela, de lo que parece ser una bata, al juntar el índice con el pulgar. Arriba está escrito “Si tocara tan solamente su manto seré sanada. ¿Quién me ha tocado? Jesús le dijo, hija tu fe te ha sanado, vete en paz y queda sana tu enfermedad Mc. 5, 25-34”. También vi un rosario.
Xavier Ortiz-Torres: ¿Qué es para ti la iglesia?
Cartagena: Hablar de la iglesia es evocar memorias de servicio, entrega y amor de la mano de papi, mami y mis padrinos Moncho, Garín y Lucy, quienes fueron luz en mi camino. Sacerdotes como Campo Emilio, Javier, Miguel, Antonio, Juan, John, Juan Luis, Ramón, Josean y Baltazar se convirtieron en familia. Mira si estas experiencias estaban tan arraigadas en nosotros, que de niños cuando nuestro gato murió, hasta un novenario le rezamos. (Se ríe). Hoy día, apuesto por un espacio inclusivo que sume y multiplique sin restar ni dividir, porque creo firmemente en un Dios misericordioso que es amor.
No hay que dudarlo. Cartagena es una mujer muy de fe gracias a la educación que recibió de sus padres, quienes la llevaban todos los domingos a misa y la motivaban a participar en las actividades. Además, siempre estuvo rodeada de referentes católicos. Su papá y su mamá fueron ministros y también catequistas. Según recuerda, su primer acercamiento a la espiritualidad fue con la presencia de una monja franciscana, María Vicenta, que todas las semanas les daba clase de biblia en la sala de su casa. “De ella, además de religión, aprendí a escuchar, a guardar silencio cuando no hay nada fructífero que decir y a visibilizar al necesitado” sentencia. Su sobrino lo confirma:
Edgardo Gabriel Cartagena: Es una persona muy emocional y muy cercana, que te escucha y te deja hablar para después ella decir su punto. No es una persona que te quiere implementar algo, sino que siempre te escucha y te da el derecho a opinar y respeta tu opinión, aunque sea diferente a la de ella.
En su juventud, participó en los grupos de jóvenes y fue catequista. Su casa también fue un lugar de catequesis para los niños y jóvenes de su comunidad. Ya de adulta, fue miembro del Equipo Parroquial de Animación Pastoral (EPAP) que Mons. Miguel Mendoza dirigía. “Nos reuníamos en el convento del Sagrado Corazón donde hice una gran amistad con las hermanas María Milagros, María y Marie Clemen. Desde esos espacios, provocados para la reflexión, trazamos rutas de avivamiento y solidaridad” recuerda.
Campanas y viajes
Además de las campanas en el escritorio, Cartagena tiene unas gavetas llenas de estas; la mayoría son pequeñas. Unas de vidrio, unas de metal, otras de barro, en fin, cada una de materiales distintos. Comenzó a coleccionarlas en honor al Padre Miguel Mendoza.
Cartagena: Cuando Padre Miguel muere, la familia entregó algunas de sus pertenencias a familiares y amigos. En mi casa trajeron un escapulario, una serigrafía y una campana. Cuando yo vi la campana, la tomé y dije: “de ahora en adelante voy a coleccionar campanas en honor al padre Miguel” y así fue.
Xavier Ortiz-Torres: ¿Por qué les entregaron algunas de sus pertenencias? ¿Quién fue Padre Miguel para ti?
Cartagena: Era un sacerdote muy cercano a nosotros. Cuando a papi le dio culebrilla, que le empezó de adentro hacia afuera, él me dijo: “Si yo tengo que llevarlo a Estados Unidos para que tenga una segunda opinión, yo lo llevo”. Desde ahí comencé a verlo como familia.

La Campana del Padre Miguel con sus detalles. Era de Toledo.
Su segunda campana es pequeña. Su cuello tiene tres corazones pegados. Su cuerpo tiene unas flores pintadas de azul, anaranjado, violeta y gris. La compró en Morelia, México y es que a Cartagena le encanta viajar. Además de estados como New York, New Jersey, Texas, Nevada, California, Illinois, entre otros; Cartagena ha coleccionado campanas de sus viajes a Canadá, Cuba, República Dominicana, Panamá, Costa Rica y Colombia, entre otras islitas en cruceros.

Parte de la colección de campanas de Cartagena.
Yo le pregunté por su lugar favorito y me dijo: “Mi lugar favorito es mi casa, en ella encuentro paz, amor y seguridad. Respiro compañía, alegría y fidelidad. En mi casa siempre hay café para compartir, comida con olor a campo y acogida para el que decida regresar. Nunca falta un dulce para abrazar el alma”. Dudo de su respuesta porque, aunque tenga pocas campanas de Nueva York, ha ido más de 10 veces.
Xavier Ortiz-Torres: Cuéntame de esa primera vez que fuiste a Nueva York.
Cartagena: Fue en el 2013 porque tenía el deseo de visitar el lugar donde mi papá trabajó. Ya Brenda había ido y yo todavía. Mi papá quedó huérfano y a sus 19 años se fue con unos tíos a trabajar en una cafetería en Delancey Street, en Manhattan. Mi papá nos contaba sobre Nueva York y nos decía: “Tú puedes viajar el mundo entero, pero si no has ido a Nueva York, tú no has viajado”. Así que el propósito principal de ese viaje era ver el lugar donde él trabajó, pero al ir en un especie de tour no pude ir hasta el 2014.
Xavier Ortiz-Torres: ¿Cómo era ese lugar?
Cartagena: La cafetería ya no existía. Ahora tenían un McDonald, pero sí visité el supermercado o como ellos le decían “la marqueta” al que mi papá iba. Fui con Joel y Brenda. Fueron pocos días, pero visitamos la Catedral, el Empire State, hicimos un tour para ver la ciudad de noche, entre otras cosas.

Una de las fotos de Cartagena en la "marqueta".
Las otras veces que ha ido ha visitado las principales atracciones turísticas como también ha visto musicales en Broadway (vio el de King Kong y el de The Lion King), el Museo de Cera, al Observatorio del 911 y vio hasta Las Rockettes.Todas sus campanas son bellas, pero hay una que resalta. El mango es azul oscuro y el cuerpo blanco con destellos azules. En el centro, en relieve, hay una imagen entre un texto que dice:
“Maid of the mist.
Since 1846
Niagara Falls”.
Esa campana también es especial porque se la regaló el Padre Alejandro Fuquén, colombiano, en su primer viaje a Nueva York.

Cartagena: Como te dije, en el primer viaje a Nueva York fuimos en grupo y visitamos a Boston, Washington DC y otros lugares hasta terminar en las Cataratas del Niágara. Nos quedábamos en distintos hoteles. Siempre que el grupo hacía una parada, me encontraba con Alejandro porque ambos coincidiamos en el área de las campanas. De ahí empezamos a hablar y me contaba de Colombia y yo le contaba de Puerto Rico. Cuando llegamos a las cataratas él me dice: “No la compres, que yo te la voy a regalar”. En la noche de ese mismo día, Joel, Brenda y yo cruzamos el puente de las Naciones Unidas y llegamos a Canadá. Él no podía cruzar por la visa. Así que yo le traje una campana de Canadá. Ya luego regresamos a Nueva York y cuando nos vamos a despedir le pregunto “¿A qué tú te dedicas?” y me dice que es sacerdote. (Se ríe)
Esa campana es un símbolo de amistad y pensé en esa conexión entre sacerdotes y las campanas. Sin embargo, Cartagena nunca había hecho esa conexión hasta que yo le pregunté.

Esta Cartagena con su amigo Alejandro
Canciones y memorias
Xavier Ortiz-Torres: ¿Hay alguna experiencia o memoria que tengas con ella relacionada a la música?
Tharma Rivera: ¡Wow¡ Sí. Yo creo que yo no estaba ni en la High School ni nada. Yo estaba en la universidad y ella me llamó para cantar, no recuerdo dónde, no recuerdo si fue por una graduación o fue para algo. Ella me llamó y yo recuerdo que fui a la casa de ella y ensayábamos… Me sentí bien orgullosa de estar cantando al lado de ella y que ella me hubiera dicho para hacerlo con ella, fue bien lindo.
Joel Concepción: Cuando yo estaba en quinto grado, a Cartagena le pidieron hacer un coro para una fiesta de Navidad en la escuela Lajitas y yo fui parte del mismo. En ese coro, para esa ocasión cantamos muchas canciones, pero entre ellas, la que nunca se me olvida, es “Gloría in excelsis Deo”. Así que esa canción nunca se me olvida y esa anécdota tampoco. La recuerdo con un gran cariño.
A Cartagena le gusta cantar. Nadie tiene que preguntarle porque, como dijeron, siempre ha sido muy apegada a la música tanto para entretener como para educar. Sin embargo, yo quise preguntar desde cuándo.
Xavier Ortiz-Torres: ¿Desde cuándo cantas?
Cartagena: Desde que tengo uso de razón. A mi padre le encantaba cantar y me transmitió desde pequeña ese amor por la música. El cantar provoca en mí, paz, alegría, felicidad y grandes recuerdos de mi vida. En la escuela, cantaba en los programas de Navidad y en los coros tanto de la intermedia, superior y universidad. Con esos coros fuimos a cuanta actividad se realizaba. Por años canté los Himnos Nacionales en la graduación de cuarto año de la Luis Muñoz Marín. También, desde pequeña canto en la iglesia. Comencé en el coro de mi comunidad de La Torre que mi madrina Lucy dirigía, luego me uní al de Annie Torres, después al de Carmen y Chuco. Más adelante, formamos uno con Sammy, Danny al que se unió Roche y actualmente canto con mi prima Rita. En una ocasión, nos tocaba la misa de aguinaldo y para nuestra sorpresa Danny Rivera y Chucho Avellanet cantaron Mañanita Campera y nos invitaron, muy humildemente, a que le hiciéramos el coro…

Cartagena cantando en sus tiempos de escuela superior en la Luis Muñoz Marín.
Tanto le gustaba cantar, que estando en la Universidad de Puerto Rico, participaba en La RED, un grupo que mediante el canto, la música y el baile llevan mensajes de prevención, en la Universidad de Sagrado Corazón:
Xavier Ortiz-Torres: ¿Cómo y por qué llegas a cantar en esa otra universidad?
Cartagena: Cuando las clases graduandas se van para la universidad, yo me fui para la UPR y algunas de mis amigas se fueron a la Universidad del Sagrado Corazón. Ellas estaban en los grupos y me invitaron. Yo fui a verlos y Teresa y el Dr. Fonseca me dijeron “Dale, canta” y ahí entré.
No hay duda que al igual que un poema, una canción puede ser bálsamo ante una pérdida. Por eso, además de cantar en la alegría, Cartagena ha acompañado a muchas familias ante el dolor de la pérdida de un ser querido. Según ella, “perdí la cuenta en cuántos servicios fúnebres y novenarios he cantado ni cuantas décimas he escrito a los difuntos”.
Como maestra, cantaba para enseñar reglas gramaticales, preposiciones y vocabulario. De todo lo que ella pudiese, se inventaba una canción. Me confesó que la razón principal era porque en su niñez y adolescencia “cuando quería aprenderme un material para un examen yo cantaba” y su satisfacción mayor era “escuchar a mis estudiantes fuera del salón cantando para aprender”.
José Carlos Sánchez Cintrón lo confirma: “Ella nos enseñaba las cosas cantando. Por ejemplo tenía esta cancioncita para las símiles: "como, parece, semejante es símil". La de las preposiciones que terminaba así: “ante, bajo, con, contra, de, desde y terminaba con el tras tras tras tras” Cada vez que escucho una preposición, en verdad recuerdo eso.
Yo estoy claro que no sé cantar bien. Mi madre me lo dice de vez en cuando, pero yo a Cartagena le decía que quería cantar y allí estaba ella formando un grupo para cantar Amanecer borincano y Verde luz en el Capitolio. La vez que dije que no sabía si podía cantar, ella me sonrió y me cantó un pedazo de su canción favorita “Sal a caminar” de Roy Brown: “cualquiera canta con solo usar la garganta y echar el alma a volar”.
El presente
En el escritorio, la placa más reciente es del 3 de junio de 2022. En ese pedazo circular de cristal se lee: “En reconocimiento a María Magdalena Cartagena Ortiz, por sus años de servicio y dedicación en el magisterio de nuestro país. Gracias por sembrar la semilla de la enseñanza en cada joven que formaste a lo largo de este viaje”.
El 18 de enero de 2022, la jueza Taylor Swain aprobó el Plan de Ajuste de la Deuda que a su vez establecía unos cambios en el retiro de maestros. En arroz y habichuelas, los maestros contratados antes del 2014, que estaban bajo la ley 97, se retirarían con el 75% del dinero acumulado para su pensión. De lo contrario, se tendrían que retirar a los 63 años con una pensión calculada con una fórmula que utiliza el 1.8%, su salario y los años de servicio. Ahora bien, el plan de ajuste ofrecía otras opciones para aquellos que tuviesen más de 25 años de servicio.
Cartagena: Si el maestro, antes de marzo tenía los 30 años, podía retirarse con el 75% de su pensión. De lo contrario, tenía que esperar a sus 63 años para retirarse y recibir el 1.8%. Para mí, esto significaba que tenía que trabajar 11 años más para recibir menos.
Xavier Ortiz-Torres: ¿Cómo entonces te retiraste?
Cartagena: Aquellos maestros que tenían 25 años o más, podían comprar tiempo y retirarse.
“Comprar tiempo” parece poesía, pero en realidad es un proceso bizarro de la ley 26-2017 que permite que el maestro convierta el balance de sus vacaciones en años de servicio para su retiro. Obviamente, no cobararían verano. Cartagena compró tiempo y se retiró como si tuviese 27 años de servicio.
El retiro es parecido a un duelo. Requiere cierta preparación y en este caso, es injusto porque el país sigue sufriendo ante malas administraciones, una junta de control fiscal y una deuda que debe ser auditada. El pueblo está pagando cuando en realidad le toca a otras personas. Luego de trabajar tanto, digan lo que digan, se siente cómo si el Estado les diera la espalda tras apuñalarlos.
Cartagena no quería retirarse. Lo sé, porque luego de esas fechas hablé con ella. Se notaba frustrada porque entendía que todavía tenía energía y quería seguir enseñando. Además, económicamente la pensión no iba a ser sustancial para vivir en este país donde todos los gastos suben y suben.
Xavier Ortiz-Torres: Ahora, a varios años de ese retiro forzado, ¿cómo es tu vida después del retiro?
Cartagena: Actualmente estoy viviendo una etapa llena de paz, gratitud y tranquilidad. Cuido a mami, siembro, ayudo al que me necesita, escribo, leo, canto y estoy pendiente de los quehaceres del hogar. La vida es un ciclo, terminamos donde todo comenzó. Además, doy talleres de comprensión de lectura y talleres de otros temas para los padres.
Aún retirada, sigue siendo maestra en el programa de Refuerzo Académico Extendido, mejor conocido como RAE, que inicialmente comenzó para reforzar destrezas y reponer clases tras la pandemia. No obstante, ahora se transformó para acelerar el aprendizaje. También, escribe y prepara a estudiantes que desean competir en oratoria. Es una maestra no importa su retiro y de alguna forma continuará.
La memoria nos ayuda a recordar a los demás al crear un dibujo de su físico. Es fácil retratar a alguien desde ese lugar y más fácil olvidarles. Por eso, muchas veces solo recordamos caras y olvidamos los nombres. A veces, no las dibujamos bien y nacen confusiones al saludar a alguien que no conoces entre otros ejemplos. No obstante, cuando se ama, se respeta y se valora a una persona los retratos mentales se vuelven poesía inquebrantables al olvido. Por eso, a Cartagena la recordamos distinto.
José Carlos Sánchez: Un ser de luz, un ser lleno de amor, una persona que cambió mi vida para bien. Si hoy yo soy periodista, si hoy me atrevo a hablar frente a cámaras en una televisión, si en algún momento escribí para el periódico o cualquier escrito que he hecho en mi vida de índole profesional, se lo debo a ella. Así que describo a Cartagena como esa persona clave en mi vida, que me ayudó a llegar a donde estoy.
Brenda Cartagena: Humilde, pero de carácter fuerte. Siempre dispuesta a ayudar. Antepone sus necesidades a las de los demás. Es inteligente, desinteresada, trabajadora, buena amiga, amante de la literatura y el idioma Español. Es mi espejo porque nos parecemos físicamente, pero ella tiene más paciencia y mejor genio. En fin, un ser humano excepcional que tengo el privilegio de llamar hermana.
Para mí, es un poema sin final:
Al pensarla,
Cartagena se convierte
en esa canción pegajosa
que te abraza el alma.
Al pensarla,
su sonrisa cómplice
es mi aliada.
La veo en los libros,
en los versos de Julia,
y en los molinos de viento
que una vez fueron gigantes.
La tengo presente
cuando escribo,
canto,
al probar un budín.
Me visita al recordar el
a, ante, bajo, con
hasta el tras tras.
La escucho cantándole
a los carreteros,
a la paloma
y a aquella ciudad fría
donde la nieve es sudario.
Ojalá el tiempo,
con sus poderosos puntos finales,
me deje seguir disfrutando
las risas,
los consejos,
los cuentos,
las campanas.
Ojalá el tiempo
permita que el mundo entero
la conozca
como maestra,
como amiga,
y como hermana.
¡Que la memoria siga escribiendo
el poema sin fin!

Este borrador es gracias a NALAC y su subvención del año 2023
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