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La feria es algo más

  • Writer: Xavier Ortiz
    Xavier Ortiz
  • May 29, 2024
  • 14 min read

     Un gazebo de metal marca su presencia en el centro de un gran rectángulo. Cual si fueran losas, el suelo cuenta con cuadros de arcilla. Hay 4 cuadros con bancos de metal alrededor. Entre medio de ellos, unas fuentes que no sirven o no están encendidas. Al este del gazebo está la parroquia San Antonio de Padua, al sur la alcaldía, al oeste la biblioteca municipal junto al Centro Cultural y al norte Casa Fuentes. Esta última es una de las pocas tiendas que ha sobrevivido alrededor de la plaza. Cerca de estos puntos hay un laboratorio y algún restaurante. En algún momento hubo un Kress, también hubo una farmacia, pero la cantidad de personas que visitan esta plaza, en fechas no festivas, no propician la fertilidad de los negocios. La mayoría de los visitantes son empleados del municipio, algún estudiante de la Escuela Petroamérica Pagán con sus familiares y residentes de la Calle Florida (conocida como Calle Abajo). Una que otra vez, visitantes esporádicos que vienen a ver una de las mejores plazas públicas de Puerto Rico según algunos websites de turismo interno. Ya adentrados en la época navideña hay más ambiente, pero fuera de eso, la plaza mayormente está vacía. Si me preguntan a mí, diría que en realidad está guardando sus energías para el verano, cuando recibe a miles de personas en la Feria Nacional de Artesanías. 



Foto tomada por Carlos Rubén en la Feria del 2023


Donde todo comenzó


     Esta plaza es, sin duda, la casa de la feria más antigua del Caribe y a su vez la madre de todas las ferias en Puerto Rico. Por eso, Antonio Vélez (maestro e historiador barranquiteño) piensa que debería llamarse “La Plaza Nacional de las Ferias de Artesanías” y no “Plaza Monseñor Mendoza”. 


Antonio Velez: Él [Monseñor Mendoza] nos ayudaba… se hacía la misa jíbara… El sonido lo coordinamos con él... El almuerzo de los artesanos se ponía en los salones parroquiales entonces iban allá o a veces se le traía. No estoy diciendo que no se merezca el reconocimiento. Lo que estoy diciendo es que había otras formas de reconocer la labor de Monseñor Mendoza. Ahora, solamente hay una plaza nacional de artesanía y es esta. Punto y se acabó. De aquí es que nacen las otras ferias.


     Antonio en parte tiene razón. La historia nos cuenta que en el 1955, Don Ricardo Alegria fundó el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP) con la misión de reafirmar nuestra cultura rescatando monumentos, casas de personas ilustres entre otros elementos y lugares importantes para la historia de la isla. Cuatro años después, ocurre un evento crucial para el desarrollo de la feria: el centenario del natalicio de Muñoz Rivera.  Según me cuenta Antonio Vélez durante esa celebración en Barranquitas “hubo un despliegue de cultura… habían artesanos, artistas. Vino el teatro rodante de la IUPI… Había comida típica, música típica… Se abrió y se habilitó la biblioteca pública”.

     Aquí tengo que abrir un paréntesis porque en efecto las bibliotecas anteriores eran privadas cuyos dueños posiblemente se dedicaban a coleccionar libros y permitían que ciudadanos pudiesen leer. Esa primera biblioteca que Antonio recuerda fue en la casa museo de Luis Muñoz Rivera y que compartía espacio con su carro fúnebre. Que por cierto, en 1916 llevó el cadáver a Puerta de tierra, Santurce, Rio Piedras, Caguas, Cidra, Cayey, Aibonito, Coamo, Juan Díaz y Ponce hasta llegar a Barranquitas casi de medianoche. Además, en unos de los cuartos hay un espacio tipo oficina (que él hubiese tenido porque la realidad es que no hay constancia de que él tuviese un espacio así en esa casa). Cierro paréntesis.  

     En ese evento de 1959, los visitantes quedaron fascinados con los artesanos que mostraron su talento en vivo y la música que se hacía parte del ambiente acogedor de nuestras montañas. Esa gran aceptación más la continua misión del ICP, sembraron la idea de hacer una feria de artesanías en Barranquitas que coincidiera con el natalicio de Muñoz Rivera el 17 de julio. La semilla fue creciendo y, con el apoyo vertido de la directiva del centro cultural, el ICP y el municipio, la semilla floreció en 1961 con la celebración de la primera Feria Nacional de Artesanías. Desde ese momento, se convirtió en el evento, social, económico y cultural más importante de Barranquitas. Como consecuencia, la idea se fue regando y en la actualidad todos los centros comerciales tienen una sección o kioskos con artesanos y desde el Festival de las Flores en Aibonito hasta el Festival del Cabro hay artesanos y música.  Ahora bien, pocos saben que esa costumbre comenzó en Barranquitas. Por tanto, para los barranquiteños esta feria es un evento histórico y antiguo. Para muchos, un ejemplo concreto de cultura. 



Cada artesanía tiene una historia. Ya en otro momento les contaré sobre alguna de ellas.


La feria también es cultura y sus múltiples formas


     La palabra cultura carga con varias definiciones al igual que varios enfoques. Yo me inclino por la definición de Nestor Canclini en su libro “Diferentes, desiguales y desconectados: mapas de la interculturalidad”. Podría entrar en una discusión más profunda sobre su definición, pero en términos prácticos la cultura no es estática y va desde nuestros comportamientos, discursos, creencias, tradiciones, el arte y sus múltiples formas, la gastronomía, la vestimenta, lo que producimos o creamos junto a los significados y valores que le asociamos. Por tanto, pueden ser elementos concretos y físicos como un lugar, artefactos, pero también menos concretos como las ideas. Incluye también los espacios y los medios por la cual se cuenta y muestra nuestra cultura. 

     Al llegar a la plaza durante la feria, en dos o tres horas, la cultura y todas sus definiciones pasan por ti. Si vas conmigo, la ruta tendrá principalmente cinco pasos. Primero, irás por cada mesa para ver a las y los artesanos y artistas mostrando sus trabajos como pinturas, figuras de madera, vitrales, juguetes, entre otras. Segundo, mientras caminamos escucharás la música a cargo del trío, trovador o grupo musical que esté en la tarima principal. Tercero, disfrutarás de una pequeña muestra gastronómica de la montaña con los bacalaitos, las famosas arañitas y la comida que tengan los kioskos. Cuarto, sentirás el carisma y la acogida de los barranquiteños y puertorriqueños mientras nos encontramos con aquellos que también recorren las carpas.  Por último, disfrutaríamos la tarima principal con su oferta de entretenimiento para toda la familia. 

     Dependiendo de la agenda, podríamos ver alguna obra teatral por grupos de la montaña, disfrutar de alguna exposición en los salones parroquiales o tomar el recorrido que ofrece desde el 2016 el grupo pastoral en la parroquia San Antonio De Padua. Soraya Beltrán, asesora de la Pastoral Juvenil Jeremias, reconoce que a nivel histórico, las iglesias encierran parte de la historia del nacimiento de los pueblos y que generaciones jóvenes sirvan de contadores de la misma es de mucha esperanza. 

     Por tanto, el espacio físico en la plaza pública, permite que el evento de tres días sirva de divulgación, observación, manifestación, asimilación y discusión de los gestos y acciones culturales.  

      Un tema que ha generado conversaciones y disyuntivas, por ejemplo, es si las piezas y obras presentes son artesanías, manualidades u otra cosa. Por eso quise preguntar.    


Xavier Ortiz Torres: ¿Qué es para ti una artesanía? 


Soraya Beltrán: Bueno, producto de imaginación y de talento. Yo creo que la artesanía es lo que requiera un trabajo mayor producto de la imaginación, por ejemplo, para mí no es artesanía, yo creo que es talento, pero más allá de ponerle un pinchecito a algo que se recortó "ya esto es artesanía". No, eso es un producto, igual de importante, pero creo que el artesano como tal es un oficio. El ser artesano es un oficio, carpintero… eso que requiere unas técnicas particulares. Ellos son arquitectos de Cultura.


Xavier Ortiz Torres: ¿Y qué es lo clásico? Porque ahora dentro de las artesanías tenemos lo moderno. Entonces, ¿cómo tú validas algo moderno como artesanía o como otra cosa? 


Soraya Beltrán: Bueno, yo creo que hablar de validar es bien diferente. Es difícil porque por ejemplo algo moderno en artesanías, por ejemplo el cristal soplado que requiere una técnica. Todo lo que requiere técnica es propiamente artesanía, una técnica particular. Viene desde la talla de santo hasta tejer las hamacas. Antes, aquí venía un señor que tenía hamacas que era súper famoso. Creo que eso también requiere técnica, no todo el mundo lo hace. El mundillo es un súper arte, hacer unas muñecas requiere técnicas particulares, así que creo que ese conocimiento técnico particular pues propiamente es parte de lo que es un oficio de ser artesano…


Antonio, meses después de aquella feria, fue más puntual. 


Antonio Vélez: Artesanía y manualidad no es lo mismo y entonces siempre a la artesanía hay que darle el toque cultural, o sea, empatar un hilo con una aguja y hacerlo y meterlo por unas cuentas eso es una manualidad, no es una artesanía.


Xavier Ortiz Torres: Para mí también la artesanía debe contar algo de la historia contemporánea. 


Antonio Vélez: Sí, pero no todo. La artesanía puede resumir hechos, sucesos, anécdotas y eso es lindo, le da más arraigo. Tienes razón, pero la artesanía es funcional. La artesanía no es producción industrial. No son diez o doce artesanos manejando cuatro o cinco máquinas, no. Es original. Si tú vas a hacer un molde y vas a producir en masa, el molde tiene que ser tuyo.


     En algún momento entre 1990 y 1995, la feria comenzó a decaer. Particularmente porque en más de un municipio existían ferias y festivales con la misma oferta: música típica y artesanos. Ante esa realidad, nuestra feria decide repensarse e innovar. Primero, comienzan a invitar a los artesanos con más experiencia para que nuestro espacio se convirtiera en la meca de los artesanos. Como consecuencia, para el artesano joven o recién educado, era un privilegio subir a Barranquitas y ver a los maestros crear su arte en vivo. En relación con la música, la cultura popular comienza a enaltecer otros géneros musicales distintos a los clásicos que antes se presentaban. Entonces, comienzan a cerrar los sábados con artistas para los más jóvenes como Fiel a la Vega, Cultura Profética, Black Guayaba entre tríos y grupos de salsa. 


Xavier Ortiz Torres: Lo que se hizo fue mezclar lo antiguo con lo moderno. 


Antonio Vélez: Es la cosa, para mantener entonces el vínculo. Sí, ha habido un cambio en la sociedad puertorriqueña, pero nuestra esencia se mantiene y la feria la mantiene.


Xavier Ortiz Torres: Y quien viene, quizás por Fiel a la Vega, descubre las artesanías y otras expresiones culturales.


Antonio Vélez:  Exacto, va allí y dice "¡Ah Dios! Yo no sabía que esto" o "Mira, pero" "O esta camisa"  “Pérate, me voy a poner una camisa con un logo, con petroglifos taínos".


     Y así, la feria ha encarnado la pluralidad de definiciones que carga la palabra cultura entre varias generaciones mezclando elementos populares y clásicos. Ahora bien, la innovación creó otra significación del evento. Para algunos, los conciertos nocturnos de esas bandas populares fueron terreno fértil para memorias entre amores, amigos y familiares.  Así, aquellas conexiones profundas bajo las estrellas en la plaza pública de Barranquitas se mezclaron con el tiempo y la distancia. Por eso, más allá de los aspectos culturales, para algunas generaciones la feria es un espacio de encuentro con lo que fuimos y lo que somos. 


La feria es el gran encuentro


     Cuando pienso en la feria de artesanías, llega a mi mente un Xavier flaco, sin barba y de 17 años que desde las 12 del mediodía estaba caminando entre carpas junto a mis compañeros de clase y de la orquesta de la montaña. Me veo sentado en las escaleras frente al mismo artesano de todos los años, que trabaja cuero, comiendo carne frita encima de un plato hecho de plátanos que llamamos arañitas. Pasadas las 6 de la tarde, me veo junto a mi amiga Natalia Vélez en la logia observando la multitud o dando la vuelta número no sé cuál para matar el rato hasta que llegara ese artista que estaba esperando. Estoy seguro que mi primer concierto lo viví allí. No sabría decirte cuál artista o banda fue, pero estoy seguro que fue allí.       

     Ya en el 2023 con 26 años y recién llegado de un viaje a Ecuador, visité el segundo día de las artesanías y me encontré con varias personas que no veía desde hace mucho. Algunos incluso años. A muchos les pregunté: ¿Qué es para ti esta actividad?

De cierta forma replicaban lo mismo: un encuentro con amistades que no veían, el espacio para reconectar con aquellas personas que el tiempo y el ajetreo de la vida no les permite verse, y el espacio para enseñarle a personas fuera de Barranquitas el campo del que tanto hablamos. Sin duda, también es el espacio para conocer a personas de otros municipios cercanos como parientes de amistades que viven en Aibonito, Orocovis o Naranjito. 

     Para algunos es un encuentro con la memoria. Mientras caminaba me encontré con una amiga y sus hermanas. No quisieron que las grabara, pero para ellas las artesanías era revivir esos momentos cuando eran pequeñas y cómo tanteaban qué pulsera iban a comprar. Una de ellas me dijo que cada año compraba una pulsera de cuero con el nombre de su “noviecito” y que el artesano ya la reconocía. Para ellas es una tradición familiar ir a esta actividad y al ver a una de ellas con su hija, reafirmo que siempre que puedan esa familia dirá presente. 

Soraya de alguna forma resume lo que muchos me dijeron, pero que no quisieron ser grabados. Soraya Beltrán: La feria de artesanía es la meca del encuentro para todos los que son de Barranquitas que están aquí, que están en la diáspora. Evoca, no solamente la cultura, evoca también las raíces. Muchos de los visitantes siempre vienen con la nostalgia de llegar al lugar donde estuvieron sus principios como familia. Así que para mí, la feria de artesanías no solamente es un evento más que puede realzar lo importante que es la cultura y que también lo cultiva porque para eso se hace: para cultivar el acervo cultural puertorriqueño y barranquiteño. La feria de artesanía, es un sentido de pertenencia grande. 

     Eso me hizo pensar en un comentario de una empleada del municipio que me dijo que muchos barranquiteños, que no están en Puerto Rico, a menudo llaman para asegurarse de las fechas de la Feria Nacional de Artesanías para así no perderselas. Le creo, porque cada vez escucho más cuentos de hijos de barranquiteños, como el del amigo de Antonio Vélez, que aun trabajando en Holanda saca las fechas y, así sea trabajando en línea, llega a Puerto Rico para disfrutar de la actividad. Ahora bien, ese sentimiento de regresar, del encuentro, nació desde las fiestas patronales. 


Xavier Ortiz Torres: Me habías comentado, que en Barranquitas, no me acuerdo en qué momento, tenían el día de los barranquiteños ausentes.

 

Antonio Vélez: La fiesta patronal eran diez días y no recuerdo si era el último día o ese último domingo o el segundo domingo… El municipio hacía algo especial para los barranquiteños que venían, que ya no estaban viviendo aquí y había hasta una ceremonia. Los esperaban en el barrio de Quebradillas y entonces venían en caravana, todos esos barranquiteños de Bayamón, de San Juan, de Hato Rey y de Río Piedras de casi toda el área metropolitana. Llegaban allí, los recibían y entonces ellos regresaban a Barranquitas. Muchos de ellos lo que hacían era llegaban sábado y como tenían parientes aquí, se quedaban sábado por la noche y se iban el domingo por la tarde…


     Presumo que en la memoria colectiva, ese sentimiento de regresar se incrustó y seguiremos encontrándonos, celebrándonos y resumiendo nuestras vidas en charlas entre carpa y carpa.

     Por otro lado, muchos de los entrevistados, no quisieron que grabara sus voces ni les identificara, pero sí me dieron otra definición de esta actividad. Para ellos, visitar la plaza durante la Feria Nacional de las Artesanías era un escape en todas sus vertientes. Para algunas personas era un escape de la monotonía, de las casas, del trabajo y hasta del área metropolitana.  Para otras, era un escape más sexual.  Por ejemplo, un hombre homosexual me contó que sus primeras citas con “noviecitos” ocurrían en las artesanías. “Mi mamá me dejaba en las artesanías y mi noviecito me buscaba. En la noche me volvía a traer”. Seguramente hay más personas que vieron el espacio perfecto para escapar. La confianza que existe en el ambiente bajo las carpas, permite que parejas jóvenes puedan explorar, explorarse y sobre todo vivir lo que aún en el siglo 21, en pueblos conservadores como Barranquitas, es difícil ver: una total inclusión. 

     Otro vertiente del escape fue una mujer que me contó que presentó a su novio en ese espacio para así huir de eventos más protocolares o la incomodidad de llevar a alguien a la casa de tus padres por primera vez. Seguramente, miles de personas hicieron y hacen lo mismo porque el ambiente familiar invita a la cercanía y a la alegría. 


La feria, también es un gran espejo.


     Me gusta pensar que en estas fechas, Barranquitas se convierte en un gran espejo que refleja nuestro país desde una mirada, gastronómica, sociocultural y política desde los recorridos simples entre la gente y las carpas. 


Un reflejo de lo que se come:

     Si pensamos en esa parte de la cultural que se come, me llegan los recuerdos de las tripas exigiendo respuesta luego de dos horas caminando entre carpas, viejas amistades y turistas locales. Ante ese suceso, hay varias opciones que van desde los kioskos hasta los restaurantes que bordean la plaza con una muestra de la gastronomía de nuestro país. Para aquellos que quieren picar, podrían escoger entre una fritura como un bacalaito, una alcapurria o una empanadilla. Si eso se te queda en una muela y tu estómago pide más, siempre puedes pedir las famosas arañitas de plátano rellenas de carne frita o mariscos. Si no, puedes ir a alguno de los restaurantes cercanos y comerte un mofongo, una pechuga rellena, arroz y habichuela entre otros platos clásicos y tradicionales.  Para finalizar, podrás disfrutar de postres tradicionales entre las carpas. Desde ese pilón que te deja la lengua roja hasta el gofio.      

No te mentiré, el sol está muy presente durante la mañana y el medio día, así que probablemente el almuerzo y el postre no será suficiente. Necesitarás ayuda para recargar energías y llegar hasta la noche. Para eso, en la misma esquina detrás de la parroquia, el café de La Torre siempre dirá presente.



También se toma, no te miento.


Una mirada a quienes caminan:      

     Las artesanías, tanto el evento como los artesanos, nos recuerdan lo que socialmente está pasando el país. Aunque no son muchas, verás artesanías que traen por ejemplo la bandera negra de Puerto Rico. Ese símbolo prominente a cargo del colectivo “Artistas Solidarixs y en Resistencia” que desde aquel 4 de julio de 2016 muestran la bandera de un pueblo en luto al que las leyes, los gobernantes y los tribunales no han servido.  

     Además, las personas que asisten retratan una gran parte de quienes viven aquí. Por ejemplo, fueron pocos los niños y niñas que pude observar porque claramente, la tasa de natalidad en Puerto Rico lleva un periodo muy bajo. Otro ejemplo más representativo de la situación sociocultural del país es la cantidad de gringos que estaban presentes. ¿Debía sorprenderme? Claro que no, porque en efecto todos sabemos que este tipo de personas ahora son más comunes como consecuencia de los “beneficios” que nuestros políticos han depositado en ellos desde la Ley 22 entre otros como el acceso y asequibilidad a la compra de propiedades.  

     Al estar cerca del año de elecciones, pensé que habría más presencia política porque en pasados años he visto como algunos políticos coquetean con todos los espacios para utilizarlos como plataforma para aumentar las agendas de sus partidos.  Reconozco que no recuerdo mucha propaganda política, pero Antonio Vélez me dijo que mientras estaba más activo en la organización de la feria, ocurrió un evento particular donde un representante quería darle unas placas a los artesanos y, a su vez, pararse en la tarima para dar un mensaje. Su reacción fue clara: “No. Aquí ningún político va a hablar en el micrófono de la Feria Nacional del Artesanías. Mucho menos cuando no estaba en el programa y mucho menos cuando no se comunicó con nosotros”. Después de ese evento, decidieron no pedirle dinero a representantes y políticos para de esa manera despolitizar la tarima de la actividad. Desconozco si en la actualidad este hecho sigue vigente. 


Un reflejo de lo que se gasta:     

     Este espejo que nos hace mirarnos como país, también resalta el tema económico. Actualmente, sabemos que nuestra economía como país no es la mejor y todo cada vez aumenta de precio. Venir a las artesanías y no comerte una arañita de plátano con carne frita puede ser un pecado mortal para aquellos carnívoros. Sin embargo,  se ha vuelto un lujo. Anteriormente degustar de ese plato eran menos de 10 dólares y en la actualidad, no es así. Pasa lo mismo con los tragos, los dulces e incluso las artesanías. Para mí se siente extraño porque ahora con una edad y trabajo que me generan ingresos, se me hace difícil comprar lo que en la adolescencia pensé que sería fácil. 


Espejismos del futuro: 

     Ahora bien, no todo es un reflejo del presente. La feria también nos regala un reflejo de lo que puede ser nuestro futuro, pero mejor lo describe Antonio mientras conversamos meses después de la feria del 2023 en la misma plaza donde ocurre la magia.


Antonio Vélez: Hoy, yo no recuerdo un incidente grave en la feria. Aquí no ha habido una pelea, una puñalada, un tiro, un robo… Que yo recuerde y me dijo mi primo, no lo recuerdo yo en el plano personal, el [único] incidente serio fue un problema entre dos artesanos que tuvieron un intercambio de palabras. Un momento agrio… no sé hasta donde llegaron. Nada más. Aquí nunca ha pasado nada. Nada. Esa es la calidad del puertorriqueño que nosotros tenemos y un ejemplo de lo que puede ser el país. La feria es un ejemplo de lo que puede ser el país. Mantener nuestra cultura, mantener lo que somos, respetarnos con la diversidad que tenemos.


     Allí, mientras conversamos veía las fuentes vacías, el gazebo prominente y las sombras como entes resistentes, como guardianes de una experiencia cultural que aunque no todos la amen por la misma razón, la esperan. Quieran o no, los barranquiteños tenemos a la madre de las ferias, ese gran espejo que consistentemente nos hace vernos. 



Referencias: 


Este texto es parte de unos borradores gracias a una subvención de NALAC, otorgada en el 2023.



 
 
 

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